Por Jorge Raventos
¿Afecta al gobierno el inopinado despido de Diana Mondino del piso 13 de la Cancillería? El oficialismo ya parece haber acostumbrado a los observadores a este espasmódico método de renovación de sus elencos y no repara en eventuales costos. El exvicecanciller Andrés Cisneros consideró que el episodio representó un feo papel para la Argentina, porque “la manera que un país tiene de resolver sus conflictos es la forma en que se presenta ante la comunidad. Hay que resolver las diferencias de forma que no perjudique la credibilidad del país. El país tiene que demostrar que sabe administrar sus conflictos, que es tan importante como conseguir dólares”.
El presidente no parece preocupado por ese problema. Se siente fortalecido y tiene buenas razones. El sostenido descenso de la inflación, la caída del valor del dólar (y, consecuentemente, el estrechamiento de la brecha cambiaria), el éxito del blanqueo, el incipiente renacimiento del crédito y el consumo, la caída de la tasa de riesgo país son señales elocuentes, para el gobierno, de que “en adelante solo vienen buenas noticias”, como anticipó Milei a fines de septiembre en el acto partidario de Parque Lezama.
Sus subordinados lo confirman. “Todavía quedan enormes desafíos. La situación heredada es extremadamente compleja. Pero es innegable que las variables económicas y financieras se han comportado tal como lo predijeron las autoridades”, se ufanó José Luis Daza, el viceministro de Economía que Luis “Toto” Caputo importó de Chile.
Apalancado en esa ventaja adquirida en el terreno económico, en el que se concentró porque entiende que ése es el centro de atención de la sociedad, Milei quiere operar ahora sobre el más resistente escenario de lo político e institucional, donde está más complicado por su magra representación legislativa y territorial y por la inorganicidad y desorden de sus fuerzas propias y su elenco de funcionarios. El equipo de gobierno y sus escasos contingentes legislativos han sido sometidos, en algunos meses de gestión, a procesos de depuración expeditivos e inquietantes, a purgas que han desplazado a colaboradores muy cercanos, desde un jefe de gabinete a varios ministros, a cabezas de bloque en el Congreso y a decenas de altos funcionarios. La de Mondino ha sido la última baja -hasta la redacción de este artículo, al menos-; ella llegó a ser una de las voces autorizadas para exponer las posiciones del gobierno. Pero también lo había sido Nicolás Posse, el primer jefe de gabinete, un estrecho amigo del Presidente hasta que dejo de serlo, a las pocas semanas de ejercicio.
Milei no consigue homogeneizar sus equipos para que piensen y actúen en su misma, minuciosa frecuencia de onda y ha optado por el rotundo disciplinamiento del despido. Una medicina que considera tan eficaz como las ejecuciones en red de las que se encarga su ejército de trolls. Quizás evoca la lección de Maquiavelo: “es mucho más seguro ser temido que amado”.
Pese a aquellas falencias, el gobierno ha conseguido avanzar en el campo político merced, sobre todo, a que en las fuerzas no oficialistas reina un notable desorden y dispersión, en algunas de ellas se observa una marcada propensión a la servidumbre voluntaria y no aparece ningún eje alternativo a la acción del Presidente. Éste sólo ha tropezado con algunos límites cuando debió soportar masivas manifestaciones públicas en sus choques con el sector universitario y cuando se despertaron reflejos defensivos en el Congreso que permitieron convergencias mayoritarias (pero en varios casos insuficientes) en temas como el replanteo de la actualización jubilatoria, el sostén al financiamiento de las universidades públicas, el rechazo a la cesión de fondos para fines de inteligencia o el rechazo a vetos presidenciales. Esos cruces mostraron que el presidente, con algunas mínimas concesiones a aliados circunstanciales, está en condiciones de gobernar aún estando en minoría.
Tarde piaste
En el Congreso se extiende ahora la voluntad de ponerle freno a la intención, atribuida a Milei y su entorno “de hierro”, de practicar un gobierno de minoría que decida por decreto, marginando al Poder Legislativo y agrediendo a sus integrantes. El miércoles, en el plenario de las comisiones de Asuntos Constitucionales y de Peticiones, Poderes y Reglamento de la Cámara de Diputados se reunió una mayoría dispuesta a modificar la Ley 26.122 que es la que regula el tratamiento del Congreso sobre los decretos de necesidad y urgencia del Poder Ejecutivo. Coincidieron varios bloques: Encuentro Federal (que preside Miguel Pichetto), Democracia para Siempre (los radicales escindidos del bloque que conduce el cordobés Rodrigo de Loredo), la Coalición Cívica y Unión por la Patria.
Con dictamen favorable, esos bloques llevarían el debate al recinto, aunque tienen que afinar sus coincidencias. Lo que quieren es que los DNU, un instrumento constitucional del Poder Ejecutivo para legislar, no tengan, como concedió la ley propuesta en su momento por la senadora Cristina Kirchner, menos condiciones que las leyes para entrar en vigencia. Actualmente alcanza con que una cámara lo ignore o no lo trate para que entre en vigor; el rechazo exige que ambas cámaras voten en ese sentido.
Si esta iniciativa se convierte en ley quedaría limitada la capacidad del presidente para tomar decisiones importantes sin suficiente apoyo legislativo. Es un proyecto que intenta estimular la negociación y la búsqueda de acuerdos, algo que un presidente decisionista como Milei considera una obstrucción. Razón por la cual, de aprobarse, probablemente apele una vez más al veto. Pero, ¿conseguiría en este caso los votos suficientes para sostener legislativamente ese veto?
El gran salvador en los vetos anteriores fue el macrismo, pero ocurre que la fuente inspiradora del proyecto sobre los DNU es, justamente, una serie de propuestas legislativas acuñadas por el Pro, en tiempos en que gobernaba Cristina Kirchner. Habrá que ver si aquel espíritu republicano no se vuelve un obstáculo para los macristas que quieran borrar con el codo lo que su fuerza escribió con las dos manos. Por otra parte, habrá que ver si la voluntad cooperativa de Macri no es desincentivada por gestos del oficialismo, como por caso la intención de presentar listas propias de La Libertad Avanza en la ciudad de Buenos Aires, dificultando al macrismo la conservación de un territorio en el que, después de cuatro períodos y fracción de gobierno, cree tener acreditado un dominio.
Aunque no le gusta exhibir ese costado, Milei negocia cuando necesita. Pero ahora, cuando los astros económicos se alinean y cuando palpita que el próximo martes Donald Trump (su amigo político y amigo de su gran amigo, el magnate tecnológico Elon Musk) puede retornar triunfalmente a la Casa Blanca, se siente menos propenso a negociar.
Cree, además, que la coronación de Cristina Kirchner como jefa del pejotismo es una ayuda suplementaria que le satisface dos funciones: por una parte él puede seguir agitando el cuco kirchnerista como instrumento de congregación de una parte del electorado, por otra, activa la emergencia político electoral de una opción peronista renuente a tener a la expresidenta como conducción.
Verticalismo y libertad
El estilo con el que despidió a Diana Mondino da una idea del estado actual del carácter de Milei. No se limitó a hacerla echar a por el jefe de gabinete, él mismo usó la palabra traición para definir el episodio que puso fin a los días de la cordobesa en la Cancillería. “Acabamos de hablar con el presidente de la Argentina, el señor Javier Milei, y me dijo que él consideraba que era una traición lo que había hecho su canciller, la señora Diana Mondino”, declaró desde Estados Unidos la legisladora trumpista María Elvira Salazar, una republicana que es miembro de la Cámara de Representantes. A ella misma la sorprendió la dureza del término usado por el presidente. La excanciller firmó una renuncia complaciente y se declaró dispuesta a ayudar a Milei desde cualquier lugar. Subordinación y valor.
Hay una cierta ironía en que actualmente sea el kirchnerismo el que está debatiendo internamente la “falsa opción entre ser un sometido o un traidor”.
El comunicado con el que el gobierno divulgó la partida de la canciller contiene un último párrafo bastante ominoso: “El Poder Ejecutivo iniciará una auditoría del personal de carrera de la Cancillería, con el objetivo de identificar impulsores de agendas enemigas de la libertad”.
El cuerpo profesional del servicio exterior es probablemente el segmento del Estado nacional de mayor formación: allí ingresan graduados universitarios que manejan como mínimo dos idiomas además del propio y deben aprobar un posgrado especializado en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación. Ese cuerpo no puede sino sentirse amenazado tras un texto de esa naturaleza, continuidad de una carta que el propio Milei dirigió a los diplomáticos el pasado 19 de octubre en la que afirmaba que quien no siguiera la postura que marcó en la asamblea de la ONU debería renunciar.
Diego Guelar, un político que cumplió las más delicadas misiones diplomáticas como embajador en Estados Unidos, Brasil, la Unión Europea y China, cuestionó con energía el trato imperativo de la presidencia y la intención de “verticalizar” a los funcionarios. “Confluyen en cualquier Cancillería dos componentes: la libertad de pensar y la riqueza del pensamiento variado. Lo bueno de la libertad -dijo- es que haya pensamientos variados, porque el pensamiento único es el silencio de los cementerios. La libertad tiene como elemento de base la diversidad y el intercambio de pensamientos diversos, y la combinación con la autoridad, que significa que cuando hay una decisión de política exterior, tiene que ejecutarse al margen del pensamiento individual. Esto no está claro en este momento si va a regir o no, genera incertidumbre, dudas y no es bueno para la Cancillería”.
Exitoso en la economía, Milei empieza a pensar quizás en verticalizar bastante más que el servicio exterior.